Aventurarse fuera es siempre un riesgo, tal vez menor que no hacerlo en casa. La decisión fluctúa entre el vértigo exterior y el interior. De la primera teníamos experiencia, no siempre buena, pero hecha costumbre, hábito adquirido. De la segunda prevalece la idea de la ignorancia. No había propiedad de esa circunstancia, ni manejo fiable. Ha cambiado la cartografía, nos han extirpado esa extensión del espíritu. Quédate en casa es el mandamiento primordial, pero tampoco tenemos instrucciones de eso. De la casa prevalece su atributo más razonable, siempre lo tuvo, el de servir de cobijo ante la adversidad o ante el destrozo de exponerse extramuros suya, en la jungla del asfalto. Salir será un triunfo de la vida y un fracaso de la convivencia. Me temo que será un caos, no me imagino qué instrucciones serán las que solventen las dudas. Habrá muchas, todas insólitas, paradójicas. Empezar algo es fácil. Se toma idea de lo que está por venir, se predispone uno, toma la medida de lo